DE TROYANOS Y GALANES.
Empezaré diciendo que mi mujer odia los ordenadores, lo cual respeto profundamente. No le gustan en absoluto y, por lo tanto, muy consecuentemente, pasa de cualquier tema que tenga relación con ellos. Lo cuento, porque este dato es imprecindible para comprender lo que viene a continuación.
Ayer, estando en casa, observé que mi ordenador no funcionaba como debiera. Tras una horita realizando algunas comprobaciones, salí de mi despacho y me dispuse a ir a trabajar. Mi mujer, supongo que notando un gesto de preocupación en mi cara, me preguntó qué me pasaba.
Le contesté que me había entrado un Troyano. Ella, ni corta ni perezosa, me inquirió: ¿ Dónde ?. JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA. Tal vez penso en algún extraño virus o en un bicho o algo así.O en algún nuevo y estraño tipo de infección o enfermedad.
En ese momento, empecé a reirme. Eran las 5 de la tarde. Estuve cinco minutos sin poder salir de casa. Salí con lágrimas en los ojos, entré en el coche sin que hubieran cesado las carcajadas. Cuando llegué al trabajo, seguía igual. De hecho, entró un cliente, quién al ver que no cesaba de reir y las lágimas que seguían brotando de mis ojos, no pudo contenerse y se contagió de mi estado. Pasados unos minutos, conseguí articular algunas palabras y, entre risa y risa, se lo expliqué, hasta que ambos conseguimos serenarnos. De verdad que hacía tiempo que no me daba un ataque de risa igual ( sólo Gorrinete ha conseguido arrancar de mí tales carjadas y de tanta duración, jajaja ). Y, durante toda la tarde, cada vez que lo recordaba, volvía a empezar el molesto proceso. Me dolía ya hasta el estómago. También he de confesar que soy de risa fácil, eso sí. Prefiero no pensar más en ello, pues temo que me pondría en el mismo estado que ayer.
Lo que cuenta, claro está, es que se preocupó por mí. Y que también ella, contagiada por el terrible ataque de risa que yo sufría, terminó riéndose.
Y que conste que también ha sucedido lo contrario en varias ocasiones, como cuando me pidió que le trajera unos pendientes que había dejado encima del " galán de noche ". Tras diez minutos, en los que recorrí la casa, habitación por habitación, en su busca ( no quería reconocer mi ignorancia en cuanto al término que había utilizado ), tuve que pedirle que me explicara en qué lugar exacto se encontraba el "galán " ese, jajaja. Aprovechando la ocasión para echar unas risas, me llevo a nuestra habitación y me condujo hasta lo que yo siempre había identificado como una silla negra con un perchero extraño sobre ella. Pues no, estaba equivocado, no era una silla, era un "galán ", jajaja. Le manifesté mi total desacuerdo con el término en cuestión, pero ello solo le provocó aún más risas.
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