VAMPI, EL MURCIÉLAGO.

Aunque estamos hartos de ver a estos curiosos animalitos en las pelis de terror, y, más concretamente en las de vampiros ( género cinematográfico que me encanta y del que, siempre que tengo ocasión, reviso alguno de los excelentes y maravillosos clásicos de la Universal y, por supuesto, de la excelente productora inglesa Hammer ), no es corriente encontrarse con uno frente a frente, nunca mejor dicho.

Sin ir más lejos, la semana pasada, en el marco de la puerta exterior de entrada a mi oficina, me encontré con uno de ellos. La primera en verle, aunque si saber a ciencia cierta de qué animalito se trataba, fue mi mujer. Ese día, pasó por allí antes de que llegara yo, y, tras varios y frustrados intentos de ahuyentarle dando algunos golpecitos ( en la puerta, no contra el bichito ), lo dejó por imposible.

Más tarde, estando en la oficina, en la que entré si percatarme de su presencia, recibí una llamada telefónica. Era mi esposa, y me advertía de la presencia de un inquilino en ella.

Se encontraba pegadito a la pared y de espaldas a mí. Me decidí a cogerle, sin que el pobre opusiese resistencia alguna. Consulté en internet, y, además de leer algo que ya sabía ( están catalogados como especie protegida ), seguí las instrucciones que allí daban al respecto, para este tipo de situación.

Recomendaban meterle en una caja de cartón, ventilada eso sí, y, cuando se hiciera de noche, abrirla, de forma que el murciélago saliera volando y volviera a su casita, allá donde estuviera.

Así lo hice. Por la tarde, se lo comenté a dos amigos con los que me encontraba tomando un cafelito, y me dieron sendas soluciones al problema. Distintas y completamente opuestas, por cierto. El primero me dijo que lo mejor era que le diera una patada y le machacase. Como supondréis, no me pareció la más idónea, jajaja.

La opinión del segundo me pareció más lógica. Llamar a uno de esos hospitales de animales, puesto que en cualquiera se harían cargo de mi pequeño vampiro.

Llamé a uno de ellos y paso a reproducir la conversación, palabra por palabra ( pondré J cuando hablo yo y H, cuando es el encargado del hospital, el que lo hace ).

H. Dígame.

J. Buenas tardes. Mire usted, no estoy muy seguro de que éste sea el lugar apropiado al que llamar y si ustedes se dedican a este tipo de asuntos.

H. Dígame usted.

J. Pues verá. Me he encontrado un murciélago en la puerta de mi casa y creo que ustedes se dedican a recogerlos y cuidarlos si están enfermos.

H. ( Muy interesado ) Cuente, cuente.

Un inciso. De todos es bien conocida la escasa cordialidad de, por poner un ejemplo ciertamente similar, los funcionarios de la Seguridad Social a la hora de atender nuestras consultas, salvo, claro está, honrosas excepciones. Llamas para decir que te has puesto malito y, con suerte, la mejor respuesta con la que te puedes encontrar, es algo así como : “”” Vamos a ver, ¿¿¿ qué le pasa ??? “””.

Le relaté toda la historia, desde la primera y fallida identificación del vampirito por parte de mi mujer, hasta su localización en ese preciso momento, es decir, la espaciosa y ventilada caja de cartón.

H. Muy bien, muy bien. Lo ha hecho usted fenomenal. Efectivamente, cuando haya oscurecido, pruebe a ver si sale volando.

J. Vale. Pero, ¿ qué hago si, como me temo, no tiene fuerzas o no está en condiciones de emprender el vuelo .???.

H. Entonces sería conveniente que nos lo acercara y nosotros nos haríamos cargo de él.

El Hospital en cuestión está a más de 70 Kilómetros de mi lugar de residencia y, mientras seguía preguntándome si realmente estábamos hablando de un murciélago, respondí:

J. Pues me va a resultar bastante complicado. ¿ No es posible que lo recojan ustedes ?.

H. Sí, sí, por supuesto. Ahora le cojo los datos.

Al final, le propuse esperar a ver si el animalillo conseguía volar por sus propios medios. Me contestó que perfecto, pero que de no ser así, tendría que pernoctar en un lugar tranquilo y a salvo de peligros que amenazaran su existencia. Y me propuso utilizar un armario de casa al efecto.

Bastante turbado, le respondí que, si mi mujer me veía meter un murciélago ( que para ella es más bien una ratita provista de alas ), en uno de sus armarios, era muy probable que tanto él como yo, pasáramos la noche al raso. Que lo que me proponía resultaba absolutamente inviable, incluso peligroso para ambos. Le conté que el garaje era un lugar muy tranquilo y, por suerte, manifestó su conformidad con la propuesta.

A continuación, me despedí dándole las gracias por su extrema amabilidad y correctísima atención.

No hubo manera. “ Vampi “, que fue el nombre con el que le bautizó mi hija nada más verlo, no echó a volar cuando abrí la caja. Se limitó a practicar una serie de estiramientos, como si tuviera sus extremidades anquilosadas, pero sin éxito alguno. Esperé casi una hora, y procedí a cerrarla de nuevo y a dejar el “ paquete “ en el garaje.

Lamentablemente, por la mañana ya no estaba vivo. Es de suponer que su estado físico no era el deseable, y no resistió el pobre animal. Creedme si digo que lo siento. Aunque parezca increíble, tenía una carita muy simpática y hasta le había cogido un poquito de cariño.

Nuestros Hospitales y Sanidad Pública en general, deberían tomar buena nota y emplear estas formas tan correctas a la hora de tratar, y transportar, a sus pacientes humanos. Daría gusto la verdad.

Descansa en paz Vampi.