MISSION IMPOSSIBLE

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viernes, 5 de marzo de 2010

DE COTILLAS E INDECENTES.

Hoy, hace unos minutos para ser más exacto, tras recibir en mi despacho la visita de un cliente, y además amigo, que me ha relatado, bastante disgustado y, por otra parte, muy angustiado, la difícil situación por la que está atravesando, provocada por terceras y malintencionadas personas, me he cabreado un montón. Y mira que procuro, y casi siempre consigo, evitarlo en lo posible. Me gusta ser respetuoso con los demás, razonable y abierto al diálogo. Y, quizá por eso, también desde que tengo uso de razón, he sentido auténtico “ asco “ ante tales situaciones, provocadas por ciertos, y muy desagradables, seres humanos, que se encuentran inmersos en esa autodestructiva locura que supone el vivir pendientes de lo que hacen, tienen o dejan de tener los demás, de si su vecino goza de mejor o peor situación económica ( sin valorar, en ningún momento, si ellos mismos trabajan lo suficiente como para lograr una parecida, o bien, como suele ser habitual, se limitan a aplicar la tan extendida " Ley del mínimo esfuerzo ", sin parar, eso sí, de lamentarse acerca de lo injusta que es la vida con ellos ), de lo que les falta a sus hijitos para llegar a poseer lo mismo ( sin tampoco pararse a pensar en si realmente lo necesitan ), o más si es posible, que los del resto de mortales que habitan en la Tierra o, cuando menos, en su barrio o localidad de residencia. Piensan, erróneamente, que así conseguirán ser más felices. Casi seguro que cuentan con lo necesario para serlo, pero ellos son incapaces de comprenderlo. Siempre necesitan más y se les revuelven, literalmente, las tripas al ver que alguien vive, siempre según su muy discutible opinión, mejor.

Y claro, se fijan, precisamente, en aquéllos que, o al menos eso es lo que su calenturienta mente imagina ( sin conocer realmente su real y verdadera situación ), poseen más que ellos. No se paran a reflexionar en lo que verdaderamente importa : la familia, la inmensa suerte de que todos sus miembros gocen de buena salud, la tragedia que viven algunos padres con hijos enfermos, la de maridos con sus mujeres hospitalizadas o viceversa. Pero claro, éstos desafortunados padres no tienen tanto tiempo que dedicar a amargarse o a cotillear y sólo piensan, como es lógico, en pasar el mayor tiempo posible con sus seres queridos, sin intentar molestar, insultar o difamar a nadie.

Eso no les importa en absoluto. Pasan los días completamente amargados, absolutamente obsesionados por llegar a tener más, no importa qué, pero más, mucho más que los otros. Y, lamentablemente, llegan incluso a contagiar a sus hijos de tan insana, nauseabunda e inútil codicia.

No contentos con ello, dedican, casi en su integridad, sus reuniones sociales por llamarlas de alguna forma, ya sean amistosas o familiares, a criticar, despellejar y poner " a caer de un burro ", a esas personas, cuyo único delito en la vida ha sido caer mal, por las razones antes mencionadas, a estos patéticos enfermos, necesitados de una urgente visita al especialista apropiado o, casi mejor, ingresar en el psiquiátrico de turno. Son incluso tan inconscientes, que hasta mezclan a los niños en tan didácticas conversaciones que, aunque insanas, debieran circunscribirse únicamente a este irresponsable tipo de adultos, y, a pesar de, o precisamente por, su corta edad, los pequeños entran en ese asqueroso e incesante juego de mentiras, falsedades y calumnias, imitando la conducta de los " papis ", en sus propias relaciones con amigos. Les convierten así en penosos contertulios, al igual que acostumbran hacer ellos mismos, de una especie de versión callejera de ese espanto llamado “ Sálvame De Luxe “, programa con el que, a buen seguro, disfrutan un montón, tanto los unos como los otros. Un auténtico esperpento. Ellos no lo saben, pero les están haciendo un flaco favor, y la imagen que esos niños están ofreciendo y la que darán, en un futuro más próximo de lo que imaginan, en lo relativo a su educación y formación, dejará mucho que desear.

Aunque parezca incréible, no tienen más temas de conversación. O hablan de fulanito, o de menganito, pero siempre en forma despectiva, culpándoles de lo que sea, sin estar ellos presentes, claro está, y echándoles en cara un sinfín de necedades. Y lo peor es que no les faltan oyentes. Éstos, aunque no sepan de que va la historia y sin prueba fehaciente alguna que corrobore tales afirmaciones, se limitan a darles la razón. Además, sin contrastar en modo alguno tan " veraz " información recibida, la dan como buena y. como disponen de muchísimo tiempo libre que no saben en qué emplear, se dedican a ir pregonándola, sin importarles el lamentable daño que pudieran estar ocasionando a gente completamente indefensa. Eso sí, normalmente, acaban discutiendo entre ellos mismos, antes o después. Incluso se critican, cuando entablan conversaciones en reuniones con otros " amigos " diferentes.

Hoy ya había escrito un post y además de los que más me gusta escribir. Banalidades y cosillas de ámbito doméstico, que me encanta contar, siempre con sentido del humor, que es como hay que tomarse esta vida que tan rápido se nos escapa. Pues bien, a raíz de la historia que ha compartido ( le agradezco su confianza al hacerlo ), este cliente que he mencionado al principio, de la que, por cierto, ya tenía ya constancia por otros medios que no vienen al caso, en la que me exponía, bastante deprimido, la desagradable situación que está sufriendo, muy similar a las aquí expuestas ( en pocas palabras, le han hecho la vida imposible unos cuantos figuras como los que he retratado en los párrafos anteriores ), y recordando alguna otra que, en contra de mi voluntad, he vivido en primera persona, me he pillado un soberano cabreo, y no he tenido más remedio que escribir al respecto.

Así parece que se me pasa un poquito el enfado.

Le he hecho una recomendación muy sencilla : lo mejor es apartarse, en la medida de lo posible, de esas personas que, dicho sea de paso, son fáciles de reconocer. Suelen tener el rostro contraido por tanta amargura como soportan a diario, y, además, un montón de problemas en su propia casa. Y no hablo de problemillas comunes, como pudieran ser los meramente económicos que, salvo casos extremos, no se les debería dar una importancia que seguramente no tienen, sino de otros bastante serios y muy personales, a los que son incapaces de enfrentarse en forma adulta y responsable. En cierto modo, se comportan como auténticos, malcriados y envidiosos críos. Parece que no han logrado madurar lo suficiente. Están aquejados de un incomprensible complejo de inferioridad del que también sería recomendable se tratasen.

Y, para olvidarse de sus propias miserias, y de los mencionados problemas, en vez de hacerlos frente, se dedican, como ya he dicho, a pregonar las de los demás, incluso cuando éstas sean del todo inciertas. Yo les recomendaría, muy encarecidamente, que empleasen ese tiempo que al parecer les sobra, a la lectura de un buen libro, en visionar una de esas grandes obras maestras del cine que casi todos tenemos en nuestras casas, o, simplemente, escuchando música. Es extremadamente placentero y, por supuesto, no haces daño a nadie. Todo lo contrario, te haces un favor a ti mismo. Y encima, no necesitas ser ningún potentado para hacerlo. En mi opinión, no existe nada comparable a la hora de emplear adecuadamente el tiempo libre. Y si encima logras que tu familia te acompañe y comparta esos gustos, y debo decir que yo he tenido mucha suerte, tanto en éste como en otros muchos aspectos, la felicidad es completa.

Dan bastante pena y, al menos en lo que a mí respecta, suscitan una absoluta sensación de rechazo. Todos hemos hablado, en alguna ocasión, de cosillas que acontecen en nuestro entorno, a nuestro alrededor. Pero lo que practican estos personajillos, cuyo único objetivo en la vida, consiste en difamar a los demás, es un cotilleo vil, a todas luces deleznable y, además, absolutamente indecente.

Por último, le he dicho que el tiempo pone a cada uno en su sitio, y tanto sus malintencionados detractores como los protagonistas de los ejemplos antedichos, ya ocupan el suyo con todos los honores. Lo llevan claro. Les queda mucho que sufrir. La envidia es lo que tiene. Se debe pasar realmente mal viviendo, día y noche, pendiente de las fortunas, historias y miserias ajenas. Pero se lo tienen bien merecido.

Nota aclaratoria: quiero dejar constancia de que, ni por lo más remoto, me considero ejemplo de nada ni para nadie. Cada persona es como es, y punto. Y, por descontado, no soy, ni mucho menos, el mejor ejemplo o candidato, aunque algunos sí tratan, sin éxito, de aparentarlo, a " padre o trabajador ejemplar del año ". Sinceramente, trabajo porque no tengo el dinero preciso para dejar de hacerlo. Si dispusiera de él, me plantearía la vida de una forma bien distinta, sobre todo, a raíz del triste fallecimiento de mis queridos padres ( si hay algo que me irrita, es no disponer del tiempo suficiente para dedicarlo, además de, por supuesto, a mi familia, a mis otras tres grandes pasiones, a las que antes he hecho referencia y, ya puestos, a escribir con mayor frecuencia en mis Blogs ). Pero sí puedo presumir de dos cositas. La primera, de que nunca, insisto nunca, me las he ido dando de nada. Y la segunda, de que jamás he dedicado tiempo alguno a ir crucificando a nadie, me caiga mejor o peor, con motivo o sin él. Los que me conocen bien, y son unos cuántos, han tenido numerosas ocasiones de comprobar que no me importa en absoluto lo que tengan o dejen de tener los demás. Me importa lo que tengo yo y, sobre todo, intentar conseguir que mis hijos se conviertan en adultos responsables y no en unos auténticos cantamañanas. Lo demás me da exactamente igual, y lo considero total y absolutamente banal.

Sí debo reconocer que, en más ocasiones de las que hubiese deseado, me he visto obligado a " entrar al trapo ", pero, eso sí, en legítima defensa, cuando he visto que, de forma subrepticia y cobarde, se me atacaba a mí, a mi familia o o mis amigos. Pero lo he hecho de frente y no a escondidas ni a través de terceras personas, como en el caso de mi amigo.


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