DIARIO DE UN RODRIGUEZ : CAPÍTULO FINAL.
De verdad que no me explico tanta problemática con lo de pena de muerte sí, pena de muerte no, con lo de los trabajos forzosos, y castigos por el estilo. Si de lo que se trata es de imponer penas realmente disuasorias a los futuros delincuentes, y de reintegrar a los reclusos actuales, trabajos como los que yo he realizado serían mucho más efectivos.
Si antes de robar o cometer un asesinato, personalmente supiera que me enfrento a un castigo como el que llevo sufriendo durante más de dos semanas consecutivas, se me quitarían las ganas, eso seguro.
Hoy, al ir a introducir mi barrita de pan en el horno, me he percatado de que limpio, lo que se dice limpio, no estaba. Así que no me ha quedado más remedio que ponerme a adecentar su interior. Parece mentira lo que se puede formar allí dentro, teniendo en cuenta que lo único que he calentado ha sido pan y, por supuesto, unas cuantas pizzas de elaboración propia.
Está decidido. Se acabaron las pizzas aquí. El que quiera una, que la pida o se vaya al Pizza-Hut o a algún establecimiento similar, que hay muchos y no ensucian tanto.
Después de ver y comprobar lo que cuesta mantener una casa en condiciones y limpita, voy a poner en la entrada, un cartel bien grande con las normas a cumplir, y ello con efecto inmediato ( y retroactivo no, porque resulta imposible ).
Las primeras, que no las últimas, serán:
1.- Los zapatos de calle se quedan fuera. Es necesario calzar zapatillas de estar en casa si se quiere acceder a ella. El que tenga que bajar al garaje, tendrá que hacer el cambio tanto al salir como al volver. Si se le pilla incumpliendo esta norma, es posible que no consiga entrar de nuevo en casa, al menos durante un par de horitas.
2.- Al que ponga los dedos en cualquier lugar susceptible de ensuciarse, le tocará coger una bayeta y proceder a hacer desaparecer las huellas que, a buen seguro, habrá dejado impresas. Soy capaz de hacer venir a los del C.S.I., para averiguar quién es el dueño de cada una de las que me encuentre en puertas, cristales, espejos y demás.
3.- Cuando nos lavemos o duchemos, no quiero ver una sola gota de agua en los alrededores. Ésta será considerada falta grave. El castigo es una sorpresa, nada agradable por cierto. Pero vamos, para empezar, le va a tocar estar con la fregona un buen rato. Y el que deje algún pelo tirado en la bañera, se encontrará con él, de nuevo, en su cabeza.
4.- Se va a proceder a instalar sensores en el suelo, de forma que, en el momento que algo, lo que sea, caiga en él, salgan unos dardos violentamente disparados hacia arriba, con consecuencias imprevisibles. Se intentará que dichos dardos no sean demasiados grandes. Los dardos, irán acompañados de pitidos lo suficientemente fuertes para que el resto de la familia pueda disfrutar del espectáculo.
5.- El que tenga sed, a beber a la cocina y sólo allí. Así ahorraremos dardos.
6.- Si alguien mete en el horno o microondas, cualquier alimento que ensucie, tendrá que limpiarlo en menos de un par de minutos, si no quiere pasarse dentro del cacharro, una jornada entera. O más, depende de lo que tarde en resituirlo a su estado original.
7.- Al que se le olvide hacer la cama por las mañanas, le tocará dormir en el suelo esa noche.
8.- Las barbacoas quedan absoluta y terminantemente prohibidas. ¡¡¡ Faltaría más !!!. Intentaremos poner adornos varios que justifiquen su presencia en el patio, y pasará a ser un elemento ornamental más de la casa.
9.- Si pasa a tomar algo algún vecino o amigo, éste tendrá que venir con su propio vasito, y ya luego, que lo limpie es su casa si quiere.
10.- La limpieza de los dientes, se hará permaneciendo agachado todo el tiempo que a ella se dedique. Durante ese período, la cabeza deberá permanecer a 20 centímetros de distancia, como mucho, y si puede ser menos, mucho mejor,respecto del fondo del lavabo. ¿ Qué costumbre tan moderna, y propensa a poner todo perdidito, es ésa de estar de pié mientras lo hacemos ?. Nada, nada. Tonterías las justas. No necesitamos, en absoluto, mirarnos la cara en el espejo mientras nos cepillamos la dentadura. Ya nos conocemos todos perfectamente bien.
De momento creo que bastará, pero es posible que estas normas se amplíen, o que la penalización por el incumplimiento de cada una de ellas, se modifique, y sea mayor que la prevista en un principio.
Nadie, repito, nadie, absolutamente ningún ser humano, puede soportar este trabajo a diario, sin desfallecer o, como poco, entrar en depresión profunda. Es inhumano. Nadie te lo reconoce. Así que habrá que hacer todo lo que esté en nuestras manos para evitarlo, y si fuera posible, erradicarlo y prohibirlo de una vez por todas.
No sé cómo se podría lograr esta auténtica quimera, pero quizá una solución fuera emplear a todos esos reclusos que se están tocando las narices ( cuando no otras partes de cuerpo que no mencionaré aquí ), y obligarles a realizar labores sociales en los hogares del resto de la población que aún no ha sido condenada como ellos. Igual, organizando y coordinando horarios, podrían ayudar a paliar esta auténtica pandemia en un buen montón de hogares españoles. Y de paso, reciben el castigo merecido por sus fechorías.
Al fin y al cabo, las amas y amos de casa, no han hecho nada malo y encima les toca soportar esta pesadísima e injusta carga.
Bueno, me voy a preparar la cena, porque nadie lo hará por mí.
Edito: Ayer, se me olvido hablar del segundo accidente importante que he sufrido durante estas terroríficas jornadas de trabajo intensivo. El primero ocurrió, como ya os conté, cuando estuve a punto de precipitarme escaleras abajo y de espaldas, mientras agarraba firmemente la dichosa fregona. Os remito al post en cuestión. Me salvé, pero parece ser que la fregona no se había dado por vencida, y tenía intención de seguir intentándolo.
Debo aclarar que esta fregoncita en concreto, no cuenta con un mango de goma blandito como tienen otras, sino que, por arriba, termina en una especie de cilindro metálico y, por su fuera poco,afilado y cortante. Su altura es bastante inferior a la mía, lo que me obliga a ir agachado.
Por la tarde, despues de ducharme y mientras fregaba el suelo del baño, en una de mis obligadas flexiones, casi me la ensarto en el hombro. Y sin casi. Porque tuve suerte y topó con el hueso, que si no, me traspasa de lado a lado. Más o menos, como cuando el Doctor Van Helsing, procede a clavar la estaca de turno, en el pecho del pobrecito Conde Drácula. Esta fregona no es una estaca, pero poco falta.
Me ha quedado hasta una cicatriz en forma de círculo, y no sé si faltará algún trocito de carne. No quiero ni mirar.
De todas formas, y gracias a mi extraordinaria fortaleza física y, por supuesto, de ánimo, creo que resistiré, y lograré sobrevivir durante estas últimas horas como Rodríguez. Ya os informaré acerca del resultado de la Inspección de Sanidad.
1 comentario:
Interesante tu forma de Pensar
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