H. de G.. CAPÍTULO CINCO: PELIGRO!!! GORRINETE AL VOLANTE!!!.

Sí amigos, G. había tomado su siguiente y trascendental decisión. Había llegado el momento de sacarse el Carnet de conducir. Y sólo yo podía evitarlo. No hubo forma humana. Era como convencer a un niño con dos años, de que se sacara el chupete de la boca.

Sólo si os hiciérais una idea ( que seguro que sí, puesto que habréis leido los capítulos anteriores ) del grave deterioro mental que, en aquellos momentos ( en aquellos y, lamentablemente, en muchos otros con posterioridad ), sufría G., creeréis en mis palabras y en el relato de los hechos, tal y como sucedieron.

Al menos 77 clases prácticas fueron necesarias para que su Profesor de conducción, decidiera ( por aburrimiento y cansancio mental, jajaja ), presentar a su estimado alumno al examen. Yo iba a buscarle cuando terminaba algunas de las mencionadas clases, y, desde la puerta de la autoescuela, podía contemplar su " llegada ". Al aparcar frente a mí, la rueda delantera derecha, chocaba invariablemente y con inusitada violencia, contra el bordillo, a pesar de las 2.500 advertencias de su Profesor al respecto ( advertencias siempre bruscamente interrumpidas por el impacto en cuestión ). Tras el cristal de la luna delantera, el rostro sonriente e inalterable de G., contrastaba con la cara, desencajada y con los dientes apretados del Profesor. Vamos, como si hubiera recibido una patada allí mismo. Pobre hombre, era una persona rellenita, feliz cuando fui con G. a rellenar su matrícula en la Autoescuela. G. fue su último alumno.

Me contaba cómo le era imposible conseguir que su discípulo hiciera el mínimo caso de las señalizaciones. Era como si no existieran. Como si fueran árboles o pintadas sin sentido distribuídas por las calles y carreteras por las que G. circulaba. Las maniobras ( jajajajajajaja, maniobras!!!, si le hubiérais visto en acción ... ) de aparcamiento, las calificaba de interminables, jajajajaja, grotescas, accidentadas, ... . En una ocasión, me contaba cómo encendió un pitillo, mientras G. comenzaba a aparcar en un espacio que sobrepasaba los 9 metros de largo, lo terminó, apagándolo en el cenicero del coche, y cómo, aprovechando una de las largas paradas que obligatoriamente realizaba G. entre marcha atrás y marcha adelante, al objeto de concluir su ejercicio, se apeó del vehículo, pasó a un Bar a tomar una tila ( había dejado el café, por los nervios ... ), y volvió al interior del turismo, en el que G., siempre sonriente, continuaba con su difícil labor.

Y llegó el día del Examen. Mientras esperaban al examinador, una mujer gitana se acercó y le dijo a G. que, o le daba 100 de las antiguas pesetas o le echaría una maldición y no aprobaría. G. le atizó 200 pesetas, por si acaso. No le sirvió de mucho, ni en esa, ni en las siguientes cinco ocasiones en que tuvo que presentarse ante distintos examinadores.

En una de ellas, se examinaban él y otro alumno de la misma Autoescuela. Éste se sentó primero en el asiento del conductor y comenzó la prueba. Al pasar junto a un Restaurante, el examinador le dijo que entrara por la derecha y se detuviera. A continuación, le pidió que reanudara la marcha, volviéndose a incorporar a la autovía. Un Stop estaba situado justo en la confluencia de la carretera y la entrada del Restaurante. Pues el compañero no se percató y se lo saltó. El examinador le rogó muy educadamente que volviera al Retaurante y parara el coche.

G., que observaba atentamente todo, rompió a reir mientras su compañero recibía el siguiente mensaje : " Está usted suspendido ". Intercambiaron los puestos y G. se puso al volante. El examinador le dijo que hiciera el favor de colocarse el cinturón de seguridad, a lo que G. contestó: " No faltaba más ". Le indicó que saliera a la carretera. Diez segundos después de un arranque más bien violento ,tres calados de motor consecutivos con sus consiguientes arranques, y sin que hiciera caso del mismo Stop que antes hizo suspender a su compañero, el señor pronunció tres frases, mientras el vehícula se calaba de nuevo, esta vez en plena autovía:

1.- Vuelva ahora mismo al Restaurante, si es que consigue mantener el coche en marcha más de tres minutos consecutivos.

2.- Pare el coche ( no tuvo ocasión de repetirlo ya que el coche permanecía más tiempo parado que en marcha, jajaja ).

3.- Suspendido y baje ahora mismo.

A la quinta, aún no sé cómo, pero le aprobaron.

Tal vez, en un arrebato de cordura, y aunque le fue entregado el Carnet, no se atrevió a coger un coche en tres o cuatro años. Yo le decía que no dejara pasar tanto tiempo. Que se le iba a olvidar lo que sabía ( o sea, casi nada ). Aunque por otro lado, me quedaba más tranquilo así. Su vida no correría peligro.

Pero un buen día me llamó y me dijo que iba a coger el 850 de su Padre y que iría a buscarme a la Facultad. Me quedé horrorizado, pero pensé ... " en algún momento debe hacerlo ".

Cuando salí de clase, observé que se encontraba aparcado, en bateria, eso sí, y en el interior del coche. Monté y arrancó. Primero hacia delante ( no pudo ya que estaba el bordillo ), y después marcha atrás ( un vehículo nos pitó mientras pasaba a escasos centímetros del nuestro ). Se incorporó ( por llamarlo de alguna forma ) a la circulación. Eran las ocho de la tarde, y me consultó sobre la conveniencia de encender las luces. Le contesté que casi que sí. " Pues venga ", dijo. Los parabrisas empezaron a funcionar. Pasados unos minutos consiguió encontrar la forma de encenderlas. Eso sí, todo lo hizo en marcha y sin preocuparse mientras lo hacía, de mirar hacia delante. Menos mal que algo, no sé qué, hizo que pisara el freno en cuanto oyó mi grito de advertencia y justo antes de empotrarse contra otro vehículo parado en un semáforo en rojo.

Otro de sus comentarios ( mientras miraba contínuamente a derecha e izquierda ) era: " ¿ Pero de donde huev.. salen todos estos coches de repente ?. Le comenté la posibilidad de mirar, aunque sólo fuera de vez en cuando, por los retrovisores. Siempre me hacía caso, eso sí.

Otro día, le estábamos esperando en la Cervecería Fash, la de Concha Espina, que tiene ( tenía ) unas bonitas jardineras en la zona de aparcamiento. Pudimos ver como, al ir a aparcar, entraba en contacto con ellas, desplazándolas de su sitio y moviéndolas hasta la zona de mesas, en las que los clientes disfrutaban tranquilamente, hasta ese momento, de unas cervecitas.

Con el paso de los años ( unos 25 ), he de decir que su conducción a mejorado bastante y que ha corregido gran parte de las deficiencias expuestas.