ÁVILA: EL MISTERIO DE LA MURALLA Y, DE PASO, EL DE LOS CALLOS CON GARBANZOS.
Hace un par de semanas, estuvimos en Ávila, con la intención de dar una vueltecilla y comer por allí. Preguntamos a varios avilenses, por distintos lugares que teníamos intenciones de visitar. Pues bien, fuera cual fuese el destino por el que preguntásemos, la primera parte de sus respuestas eran idénticas: “ Para ir hasta donde nos pregunta, sigua usted la muralla y se lo encuentra de frente “. Un Centro Comercial, una tienda de regalos, un restaurante, ..., el itinerario que nos proponían para cada lugar en concreto, pasaba, inexorablemente, por bordear la famosa muralla. Una muy inteligente medida turística y unos ciudadanos muy concienciados, a la hora de promocionar su imponente muralla.
Además, resulta que era cierto. Vayas dónde vayas en Ávila, primero debes bordear su muralla y seguirla hasta llegar al destino elegido. Conclusión: la levantaron de forma muy estratégica.
Tras bordear la dichosa muralla, en tres o cuatro ocasiones, decidimos reponer fuerzas y comer en un Restaurante que pertenece a la franquicia nacional “ Tapas y Cañas “. La comida fue excelente, al igual que el servicio. Pero me ocurrió algo muy singular y, cuando menos, curioso, por no decir inquietante.
De primer plato, pedí “ Callos con garbanzos “. El camarero me preguntó si tendría inconveniente en esperar diez minutos. En ese caso, no habría problema alguno en que me sirvieran el plato solicitado. Le respondí que me parecía bien, pensando que se debía a que estaban terminando de hacerlos. En ese momento, consideré que era la explicación más lógica.
Mientras disfrutaba de los callos, y también de los garbanzos, que por cierto estaban espléndidos, tanto los unos como los otros, un comensal, situado justo a nuestro lado, pidió también el mismo plato. Mi sorpresa fue mayúscula al oír la inesperada respuesta del mismo camarero que me los había servido diez minutos antes. “ Lo siento señor, pero se nos han acabado “. Esta frase, por qué no decirlo, me intranquilizó. Siguiendo el razonamiento que yo me había hecho, en teoría, los diez minutos se correspondían con el tiempo que faltaba para su completa elaboración. Esta nueva situación, tiraba por tierra mi anterior teoría e hizo que mi mente se abriera a nuevas y “ espeluznantes “ posibilidades.
Al objeto de que no me sentaran mal, ni los garbanzos ni los callos, tuve que aferrarme a la segunda explicación que le dio el camarero al mencionado comensal. Tras decirle que se habían acabado y protestar éste, ya que el plato estaba explícitamente ofertado dentro del “ Menú del día “, le explicó que, de todas formas, dicho Menú sólo se servía hasta las cuatro y media de la tarde y ya eran las cinco menos veinte. No consiguíó hacerme olvidar la primera “ excusa “, la de que “ se les habían acabado “, pero, al menos, hizo que el estado de mi estómago, muy revuelto tras asimilar el primer y devastador mensaje, se calmara un poquito.
No voy a plasmar aquí las conclusiones que saqué respecto a la forma de elaborar los “ callos con garbanzos “ en este restaurante. Pero muy buenas no son. Eso sí, insisto, estaban de muerte, jajaja.
Además, resulta que era cierto. Vayas dónde vayas en Ávila, primero debes bordear su muralla y seguirla hasta llegar al destino elegido. Conclusión: la levantaron de forma muy estratégica.
Tras bordear la dichosa muralla, en tres o cuatro ocasiones, decidimos reponer fuerzas y comer en un Restaurante que pertenece a la franquicia nacional “ Tapas y Cañas “. La comida fue excelente, al igual que el servicio. Pero me ocurrió algo muy singular y, cuando menos, curioso, por no decir inquietante.
De primer plato, pedí “ Callos con garbanzos “. El camarero me preguntó si tendría inconveniente en esperar diez minutos. En ese caso, no habría problema alguno en que me sirvieran el plato solicitado. Le respondí que me parecía bien, pensando que se debía a que estaban terminando de hacerlos. En ese momento, consideré que era la explicación más lógica.
Mientras disfrutaba de los callos, y también de los garbanzos, que por cierto estaban espléndidos, tanto los unos como los otros, un comensal, situado justo a nuestro lado, pidió también el mismo plato. Mi sorpresa fue mayúscula al oír la inesperada respuesta del mismo camarero que me los había servido diez minutos antes. “ Lo siento señor, pero se nos han acabado “. Esta frase, por qué no decirlo, me intranquilizó. Siguiendo el razonamiento que yo me había hecho, en teoría, los diez minutos se correspondían con el tiempo que faltaba para su completa elaboración. Esta nueva situación, tiraba por tierra mi anterior teoría e hizo que mi mente se abriera a nuevas y “ espeluznantes “ posibilidades.
Al objeto de que no me sentaran mal, ni los garbanzos ni los callos, tuve que aferrarme a la segunda explicación que le dio el camarero al mencionado comensal. Tras decirle que se habían acabado y protestar éste, ya que el plato estaba explícitamente ofertado dentro del “ Menú del día “, le explicó que, de todas formas, dicho Menú sólo se servía hasta las cuatro y media de la tarde y ya eran las cinco menos veinte. No consiguíó hacerme olvidar la primera “ excusa “, la de que “ se les habían acabado “, pero, al menos, hizo que el estado de mi estómago, muy revuelto tras asimilar el primer y devastador mensaje, se calmara un poquito.
No voy a plasmar aquí las conclusiones que saqué respecto a la forma de elaborar los “ callos con garbanzos “ en este restaurante. Pero muy buenas no son. Eso sí, insisto, estaban de muerte, jajaja.
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