¡¡¡ QUÉ MALA ES LA ENVIDIA !!!.
El mensaje que transmite esta manida frasecita, que tantas veces escuché en boca de mi querida y recordada mamá ( había otra que decía así: “ Si la envidia fuera tiña, ¡¡¡ cuántos tiñosos habría !!! " ), ha adquirido, en estos tiempos que corren, unas dimensiones realmente muy preocupantes. Siempre he sentido lástima hacia esas personas que nunca están contentas con lo que tienen, incluso cuando es mucho más de lo que realmente necesitan. De esas personas que, como si de una condena se tratase, viven pendientes de lo que poseen los demás, y están dispuestos a cometer auténticas locuras para ser o vivir como ellos, sin preocuparse de si merece la pena, o no, conseguirlo.
Ya he hablado en varias ocasiones del tema. Lo volveré a hacer una vez más.
Debo reconocer que, de un tiempo a esta parte, ese sentimiento de lástima, ha empezado a cambiar. Se ha convertido en otro bien distinto. En la actualidad, sería más bien asco o repugnancia, lo que esos obsesivos comportamientos me provocan. Quizá sea por presenciarlos demasiado a menudo, sin conseguir, por fortuna, sentirme indiferente. Y también puede que influya en este cambio, el inexorable paso del tiempo. Con los años, he ido perdiendo algo de paciencia, y todo lo que antes me hacía sentir simplemente incómodo, ha comenzado, de un tiempo a esta parte, a agotar mi ya aludida paciencia, y ha hecho que mi reacción, en más ocasiones de las que serían deseables, sea algo más brusca. Antes, la educación que recibí de mis padres, hacía que, ante determinados comentarios de mal gusto, hirientes hacia terceras personas, o que estaban fuera de lugar, permaneciese en silencio. Era, ¿ cómo explicarlo ?, ..., bastante diplomático y conservador. Pero ahora ya no me suelo, ni me puedo, callar, y más de uno se ha dado cuenta de ello, y lo ha experimentado en sus propias carnes, recibiendo, públicamente a veces, una pequeña lección, que, por descontado, tenía bien merecida. Por desgracia, estos individuos tienen su mente tan anquilosada, a pesar de presumir de liberales y progres, que no son capaces de asimilarlas y rectificar sus vergonzosas conductas. Pero me da igual, al menos yo me quedo bien a gusto y con mi conciencia tranquila.
Se está extendiendo tanto esta terrible enfermedad mental, que, por desgracia, podemos encontrarla en cualquier sitio, momento o circunstancia. Y lo que aún es más grave, incluso puede llegar a afectarnos.
No quisiera extenderme demasiado,, aunque sí me referiré brevemente a él, acerca del caso concreto, ocurrido hace pocas horas, que ha motivado que me pusiera a escribir este post.
Únicamente decir que guarda estrecha relación con la mala influencia, y el evidente peligro, que podemos llegar a representar algunos irresponsables padres, para nuestros hijos. Cuanto más envidiosos sean esos desdichados padrecitos, mucho peores serán las consecuencias.
Es como si el hecho de haber sido padres, conviertira a un buen número de ellos, en auténticos ciegos ( cegatos, más bien ), en relación con todo cuanto a ellos se refiere. Y nos da igual la profesional opinión de sus profesores, educadores, … . ¿ Que piensan que nuestro hijito no lleva bien sus estudios ?, ….., pues entonces debemos hacerles ver lo equivocados que están, de una u otra forma. Incluso mediante adulaciones, peloteos, y, llegado el caso, si lo demás falla, pasando a las amenazas directas y contundentes.
Estoy completamente convencido de que esos padres tan ejemplares, y que tan insano interés muestran a la hora de pregonar en público, y a los cuatro vientos, sus dudosas virtudes a la hora de defender y proteger a sus retoños, de algún modo, saben que no llevan razón, y, por supuesto. lo que realmente tienen en casa. Pero les da lo mismo. No lo quieren admitir nada, ni poner los medios para corregir esa situación antes de que sea demasiado tarde. Así les luce el pelo.
Como decía antes, acabo de ser testigo de una de estas bochornosas y ridículas situaciones, y creedeme si os digo que es para vergüenza ajena. Madres que, lejos de asimilar el verdadero nivel de sus perfectos niñitos, prefieren que éstos pasen, en este caso dentro de una Academia de Baile, a una clase en la que, en principio, y según la opinión de su profesor, sólo deberían estar aquéllos que lo hacen mejor. No les importa si perjudican a esos otros alumnos que han aprovechado mejor las enseñanzas recibidas Ni si con su estúpida actitud, provocan desaconsejables y contraproducentes reestructuraciones en los grupos ya formados, que, indudablemente, llegan a afectar a un montón de inocentes alumnos. Lo que sea, con tal de que su hijo no se sienta inferior y se deprima. ¡¡¡ Menudo favor le están haciendo !!!.
Pues señoras, el asunto está muy claro y la conclusión es bien sencilla. Si su pequeñín, lamentablemente, no ha aprovechado sus clases, no ha realizado el esfuerzo requerido, o, en el caso que nos ocupa, simplemente Dios no le ha llamado por el camino de la danza, y, como consecuencia de todo ello, no ha superado con éxito el curso anterior ( puedo aseguraros que algunos en concreto, más que bailar, parece que pisan uvas en la vendimia de turno ), tendrá que repetir ese curso, los años que sea necesarios, hasta que resulte merecedor de pasar al siguiente. Y si, como es muy probable, no hay manera de conseguir que baile bien, pues quizá deba plantearse dedicarse a cualquier otra actividad en la que pueda destacar, para que usted, como amantísima madre, pueda presumir de hijo, porque parece que esto es lo que más le preocupa. Por descontado, y si el crío se lo pasa bien bailando ( infinitamente más recomendable esta opción, antes que pasarse toda la tarde dando tumbos por la calle ), está en su derecho de continuar en ella, siempre procurando no entorpecer la labor de sus profesores ni el trabajo y afán de superación del resto.
Yo mismo, por mucho que me esfuerce, nunca me he sentido, ni objetivamente lo he estado, capacitado para el baile y, por mucho que hubiera insistido mi madre y llevado a la Academia del mismísimo Nacho Duato, jamás lo hubiera logrado. Tampoco he logrado permanecer en pié más de dos minutos consecutivos en una pista de hielo. No pasa nada. Eso sí, como cantante no hubiese tenido precio. Cada uno debe ser consciente de las limitaciones con las que cuenta. De las suyas y, por supuesto, de las de sus hijos.
Pues no. Su nublada mente, no está abierta a razonamiento alguno.
Y, por supuesto, esta misma, equivocada y repugnante política, la siguen a rajatabla en todo lo relacionado tanto con sus hijos como con ellos mismos.
Estoy hablando de esas personas, con un terrible rictus de amargura permanente en sus rostros, que, por ejemplo, se mueren por tener un coche más grande y caro que el del vecino, los que machacan y malcrían a sus hijos, porque eso es precisamente lo que consiguen con tal aptitud, con todo lo que su economía les permite comprar para ellos. Incluso cuando la mencionada economía no es muy boyante que digamos, pues también lo hacen. Piensan, como ya he expuesto, que sus hijos se deprimirían si no lo tuvieran. Que serían menos que los demás. Y, aunque parezca mentira, lo piensan de verdad. ¿ Por qué ?. Pues porque es lo mismito que les sucede a ellos. Que se les va la vida fijándose en la de los demás, sin detenerse un momentito a pensar si relamente necesitan lo mismo que ellos para ser felices.
Son muy fáciles de identificar. Viven, y termina afectándoles físicamente incluso, en un continuo y desesperado estado de amargura e intranquilidad, pendientes de aparentar lo que no son. Poniendo a caer de un guindo precisamente a los que más envidian. Creen que el dinero lo es todo en esta vida. Y no saben lo equivocadas que están. La malgastan inútilmente, en procurarse auténticas estupideces que para nada sirven. Pero no acaba aquí la cosa, no dejan en paz a nadie. Critican, cotillean, maldicen, envidian de forma insana, calumnian, injurian, ….., a todo aquél que no comparte sus opiniones, y, claro está, a todos aquéllos que, según su parecer, poseen más que ellos, aunque en muchos casos, estén del todo equivocados. Están absurdamente poseídos por un buen manojo de incomprensibles complejos de inferioridad.
Y mientras toda esta auténtica sinrazón, afectase únicamente a sus propias vidas, no iríamos mal del todo. Como acabo de decir, el verdadero problema, gravísimo, y causa de buena parte de los males que vive nuestra decadente y maltrecha sociedad, es que involucran a sus pequeños en esta carrera a ninguna parte. No intentan corregir sus defectos. Defectos que todos, sin excepción alguna, tenemos. Nadie es perfecto. Y nuestros hijos tampoco lo son. Cuando se hagan mayores, dichos defectos serán mucho más pronunciados y los convertirán en seres acomplejados, envidiosos y profundamente amargados, a su imagen y semejanza.
Pero no quieren, o no pueden, reconocerlo. Sus hijos, trabajen más o menos, copien en los exámenes o no, se pasen prácticamente toda la semana en la calle, o enchufados al Facebook de turno, …, aun siendo testigos de esa terrible situación, nada hacen por evitarlo. Bueno sí, ir a protestar, muy enérgicamente, eso sí, al Colegio, Academia o Instituto de turno, para hacer ver a sus responsables, por las buenas o por las malas, lo equivocados que están, y para demostrar, de cara a la galería y sea como sea, que sus hijitos merecen exactamente lo mismo que todos los demás niños, aunque éstos sí se hayan esforzado realmente la hora de seguir aprendiendo y mejorando sus conocimientos, y se hayan pasado las horas muertas delante de sus libros.
Envidiosos, sí, sin la menor duda, pero descerebrados también, y mucho.
Bueno, voy a ver si poniéndome a redactar unos escritos relacionados con mi trabajo, mientras escucho algo de musiquita, se me pasa un poco el rebote. Pero tengo la sensación de que no será así, y de que, desgraciadamente, no será el último que me pille.
Ya he hablado en varias ocasiones del tema. Lo volveré a hacer una vez más.
Debo reconocer que, de un tiempo a esta parte, ese sentimiento de lástima, ha empezado a cambiar. Se ha convertido en otro bien distinto. En la actualidad, sería más bien asco o repugnancia, lo que esos obsesivos comportamientos me provocan. Quizá sea por presenciarlos demasiado a menudo, sin conseguir, por fortuna, sentirme indiferente. Y también puede que influya en este cambio, el inexorable paso del tiempo. Con los años, he ido perdiendo algo de paciencia, y todo lo que antes me hacía sentir simplemente incómodo, ha comenzado, de un tiempo a esta parte, a agotar mi ya aludida paciencia, y ha hecho que mi reacción, en más ocasiones de las que serían deseables, sea algo más brusca. Antes, la educación que recibí de mis padres, hacía que, ante determinados comentarios de mal gusto, hirientes hacia terceras personas, o que estaban fuera de lugar, permaneciese en silencio. Era, ¿ cómo explicarlo ?, ..., bastante diplomático y conservador. Pero ahora ya no me suelo, ni me puedo, callar, y más de uno se ha dado cuenta de ello, y lo ha experimentado en sus propias carnes, recibiendo, públicamente a veces, una pequeña lección, que, por descontado, tenía bien merecida. Por desgracia, estos individuos tienen su mente tan anquilosada, a pesar de presumir de liberales y progres, que no son capaces de asimilarlas y rectificar sus vergonzosas conductas. Pero me da igual, al menos yo me quedo bien a gusto y con mi conciencia tranquila.
Se está extendiendo tanto esta terrible enfermedad mental, que, por desgracia, podemos encontrarla en cualquier sitio, momento o circunstancia. Y lo que aún es más grave, incluso puede llegar a afectarnos.
No quisiera extenderme demasiado,, aunque sí me referiré brevemente a él, acerca del caso concreto, ocurrido hace pocas horas, que ha motivado que me pusiera a escribir este post.
Únicamente decir que guarda estrecha relación con la mala influencia, y el evidente peligro, que podemos llegar a representar algunos irresponsables padres, para nuestros hijos. Cuanto más envidiosos sean esos desdichados padrecitos, mucho peores serán las consecuencias.
Es como si el hecho de haber sido padres, conviertira a un buen número de ellos, en auténticos ciegos ( cegatos, más bien ), en relación con todo cuanto a ellos se refiere. Y nos da igual la profesional opinión de sus profesores, educadores, … . ¿ Que piensan que nuestro hijito no lleva bien sus estudios ?, ….., pues entonces debemos hacerles ver lo equivocados que están, de una u otra forma. Incluso mediante adulaciones, peloteos, y, llegado el caso, si lo demás falla, pasando a las amenazas directas y contundentes.
Estoy completamente convencido de que esos padres tan ejemplares, y que tan insano interés muestran a la hora de pregonar en público, y a los cuatro vientos, sus dudosas virtudes a la hora de defender y proteger a sus retoños, de algún modo, saben que no llevan razón, y, por supuesto. lo que realmente tienen en casa. Pero les da lo mismo. No lo quieren admitir nada, ni poner los medios para corregir esa situación antes de que sea demasiado tarde. Así les luce el pelo.
Como decía antes, acabo de ser testigo de una de estas bochornosas y ridículas situaciones, y creedeme si os digo que es para vergüenza ajena. Madres que, lejos de asimilar el verdadero nivel de sus perfectos niñitos, prefieren que éstos pasen, en este caso dentro de una Academia de Baile, a una clase en la que, en principio, y según la opinión de su profesor, sólo deberían estar aquéllos que lo hacen mejor. No les importa si perjudican a esos otros alumnos que han aprovechado mejor las enseñanzas recibidas Ni si con su estúpida actitud, provocan desaconsejables y contraproducentes reestructuraciones en los grupos ya formados, que, indudablemente, llegan a afectar a un montón de inocentes alumnos. Lo que sea, con tal de que su hijo no se sienta inferior y se deprima. ¡¡¡ Menudo favor le están haciendo !!!.
Pues señoras, el asunto está muy claro y la conclusión es bien sencilla. Si su pequeñín, lamentablemente, no ha aprovechado sus clases, no ha realizado el esfuerzo requerido, o, en el caso que nos ocupa, simplemente Dios no le ha llamado por el camino de la danza, y, como consecuencia de todo ello, no ha superado con éxito el curso anterior ( puedo aseguraros que algunos en concreto, más que bailar, parece que pisan uvas en la vendimia de turno ), tendrá que repetir ese curso, los años que sea necesarios, hasta que resulte merecedor de pasar al siguiente. Y si, como es muy probable, no hay manera de conseguir que baile bien, pues quizá deba plantearse dedicarse a cualquier otra actividad en la que pueda destacar, para que usted, como amantísima madre, pueda presumir de hijo, porque parece que esto es lo que más le preocupa. Por descontado, y si el crío se lo pasa bien bailando ( infinitamente más recomendable esta opción, antes que pasarse toda la tarde dando tumbos por la calle ), está en su derecho de continuar en ella, siempre procurando no entorpecer la labor de sus profesores ni el trabajo y afán de superación del resto.
Yo mismo, por mucho que me esfuerce, nunca me he sentido, ni objetivamente lo he estado, capacitado para el baile y, por mucho que hubiera insistido mi madre y llevado a la Academia del mismísimo Nacho Duato, jamás lo hubiera logrado. Tampoco he logrado permanecer en pié más de dos minutos consecutivos en una pista de hielo. No pasa nada. Eso sí, como cantante no hubiese tenido precio. Cada uno debe ser consciente de las limitaciones con las que cuenta. De las suyas y, por supuesto, de las de sus hijos.
Pues no. Su nublada mente, no está abierta a razonamiento alguno.
Y, por supuesto, esta misma, equivocada y repugnante política, la siguen a rajatabla en todo lo relacionado tanto con sus hijos como con ellos mismos.
Estoy hablando de esas personas, con un terrible rictus de amargura permanente en sus rostros, que, por ejemplo, se mueren por tener un coche más grande y caro que el del vecino, los que machacan y malcrían a sus hijos, porque eso es precisamente lo que consiguen con tal aptitud, con todo lo que su economía les permite comprar para ellos. Incluso cuando la mencionada economía no es muy boyante que digamos, pues también lo hacen. Piensan, como ya he expuesto, que sus hijos se deprimirían si no lo tuvieran. Que serían menos que los demás. Y, aunque parezca mentira, lo piensan de verdad. ¿ Por qué ?. Pues porque es lo mismito que les sucede a ellos. Que se les va la vida fijándose en la de los demás, sin detenerse un momentito a pensar si relamente necesitan lo mismo que ellos para ser felices.
Son muy fáciles de identificar. Viven, y termina afectándoles físicamente incluso, en un continuo y desesperado estado de amargura e intranquilidad, pendientes de aparentar lo que no son. Poniendo a caer de un guindo precisamente a los que más envidian. Creen que el dinero lo es todo en esta vida. Y no saben lo equivocadas que están. La malgastan inútilmente, en procurarse auténticas estupideces que para nada sirven. Pero no acaba aquí la cosa, no dejan en paz a nadie. Critican, cotillean, maldicen, envidian de forma insana, calumnian, injurian, ….., a todo aquél que no comparte sus opiniones, y, claro está, a todos aquéllos que, según su parecer, poseen más que ellos, aunque en muchos casos, estén del todo equivocados. Están absurdamente poseídos por un buen manojo de incomprensibles complejos de inferioridad.
Y mientras toda esta auténtica sinrazón, afectase únicamente a sus propias vidas, no iríamos mal del todo. Como acabo de decir, el verdadero problema, gravísimo, y causa de buena parte de los males que vive nuestra decadente y maltrecha sociedad, es que involucran a sus pequeños en esta carrera a ninguna parte. No intentan corregir sus defectos. Defectos que todos, sin excepción alguna, tenemos. Nadie es perfecto. Y nuestros hijos tampoco lo son. Cuando se hagan mayores, dichos defectos serán mucho más pronunciados y los convertirán en seres acomplejados, envidiosos y profundamente amargados, a su imagen y semejanza.
Pero no quieren, o no pueden, reconocerlo. Sus hijos, trabajen más o menos, copien en los exámenes o no, se pasen prácticamente toda la semana en la calle, o enchufados al Facebook de turno, …, aun siendo testigos de esa terrible situación, nada hacen por evitarlo. Bueno sí, ir a protestar, muy enérgicamente, eso sí, al Colegio, Academia o Instituto de turno, para hacer ver a sus responsables, por las buenas o por las malas, lo equivocados que están, y para demostrar, de cara a la galería y sea como sea, que sus hijitos merecen exactamente lo mismo que todos los demás niños, aunque éstos sí se hayan esforzado realmente la hora de seguir aprendiendo y mejorando sus conocimientos, y se hayan pasado las horas muertas delante de sus libros.
Envidiosos, sí, sin la menor duda, pero descerebrados también, y mucho.
Bueno, voy a ver si poniéndome a redactar unos escritos relacionados con mi trabajo, mientras escucho algo de musiquita, se me pasa un poco el rebote. Pero tengo la sensación de que no será así, y de que, desgraciadamente, no será el último que me pille.
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