LOS HIJOS NO SON NUESTROS AMIGOS.

Menuda se ha armado. Resulta que el Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid, D. Arturo Canalda, ha estado “ espiando “ a sus hijos. Para averiguar lo que hacían, o dejaban de hacer, en Internet, dio de alta un perfil suyo en una red social de ésas que tan de moda están entre los jóvenes, para saber cómo se comportaban allí sus retoños.

Tantas, y virulentas, críticas ha recibido, que ha considerado oportuno buscar una serie de excusas al objeto de justificar tan “ vil “ acción por su parte ( así la consideran unos cuantos bocazas ). La última, que lo hizo con consentimiento de sus pequeños.

No es sino otra soplapollez más, con perdón, de las que, por desgracia, estamos oyendo a diario en este maltrecho País. En mi opinión, el Sr. Canalda hace mal excusándose ante la opinión pública, y, por descontado, ante estos “ tontos a las tres, a las cuatro y a las cinco “, como si hubiese cometido algún tipo de delito. No lo ha hecho. Al contrario, estaba cumpliendo con su obligación como padre.

Está claro que hay que ser respetuoso con la intimidad de los demás y no vulnerarla bajo ningún concepto. Pero nuestros hijos no son los demás. Nunca deben serlo.

Hoy, en “ El Mundo “, Arcadi Espada, en un editorial excelente al respecto, se manifestaba en el mismo sentido. No podemos hablar de “ espiar “ si nos estamos refiriendo a nuestros hijos. Es más, considero, al igual que él, nuestra ineludible obligación estar enterados, de cabo a rabo, de todas y cada una de las actividades que realizan nuestros pequeños, en Internet, en la calle, en su Colegio, Instituto, o en el lugar que sea. Lo contrario, sería una auténtica irresponsabilidad de consecuencias probablemente gravísimas. Pudiera darse el caso, supuesto claro está, de que nuestro pequeño querubín, y amigo, no nos olvidemos, fuese el flamante líder de una banda de, por ejemplo, neonazis, o de cualquier otra cuyo objetivo sea hacer daño, ya sea a las personas o a las cosas, en su Instituto, y nos enterásemos cuando viniera la Guardia Civil a buscarle para llevarle al cuartelillo. Y no hablo de un caso hipotético. Ya le ha pasado a más de uno.

Estas redes sociales constituyen un auténtico peligro si se utilizan mal. Y así lo hacen muchos jóvenes. Sin control de ninguna clase. No será la primera vez que un atribulado padre, descubre que su hija enseña su cuerpo desnudo, utilizando dicho medio, a cualquiera que se le antoje mirar su perfil o contactar con ella mediante el famoso Messenger. Tampoco será la primera vez que, bien un chico o una chica, que para el caso es igual, se cita a ciegas con el primer desconocido al que se ha encontrado en un chat. Y es que, digan lo que digan estos auténticos descerebrados, los niños son niños.

Lamentablemente, estamos ya acostumbrados a ser testigos de numerosos y violentos sucesos relacionados con este tipo de actividades. El resultado: violaciones, experiencias frustrantes, palizas e incluso asesinatos. No considero necesario dar nombres. Muchos aparecen reflejados en escalofriantes titulares de periódicos. Y otros, los conocemos más de cerca, por haber sucedido en nuestra localidad de residencia.

Pero claro, hay muchos mal llamados “liberales “ o “ progres “, que defienden a ultranza que los niños deben tener lo que ellos llaman “ espacio privado “. Espacio que, siempre según su desafortunada opinión, debe permanecer oculto, y utilizarse a espaldas de sus padres. Mantienen que no son sus hijos, que quieren que sean sus amigos, y así tener más confianza con ellos. Y lo que consiguen es justamente lo contrario. Los hijos son hijos. Y los amigos, amigos. A los amigos, hay que repetarles su intimidad. A los hijos, no.

No conocen a sus hijos. Comparten la misma vivienda, pero son auténticos extraños entre sí. No saben nada acerca de las actividades que desarrollan, ni de las amistades que frecuentan. Les dejan conectarse a Internet sin el menor control por su parte. Permiten que vean, en privado, y en su propia habitación ( así les molestan menos, claro está ), los programas que les dé la real gana. Y todos sabemos que, en la actualidad, pocos espacios televisivos son realmente adecuados para ellos. De esta manera, visionan series nefastas y nauseabundas ( en las que se dan como buenas y normales, cosas y situaciones que no lo son en absoluto ), que para nada les conviene ver. Permanecen despiertos hasta altas horas de la madrugada. Conocen a todos y cada uno de los contertulios de espeluznantes y grotescos esperpentos, como ese asqueroso “ Sálvame “ o el otro gran bodrio llamado “ Gran Hermano “.

Salen con quien quieren y a la hora que quieren, da igual que sea época lectiva o de vacaciones ( sus temerarios padres son de la errónea y peligrosa opinión de que, ya con doce o trece años, incluso menos, están suficientemente preparados para ello ). Traen, como resulta evidente, un buen montón de suspensos a casa, pero da igual. Como han dejado de ser nuestros hijos, y se han convertido en amigos, no pasa nada.

Luego, cuando ya no hay remedio, algunos intentan corregir la situación que ellos mismos han provocado. Cuando, tras darles toda la confianza que un amigo merecería, han permitido a su hija, o hijo, que ya he dicho que para el caso da igual, salir con absoluta libertad, realizar todas las actividades descritas anteriormente, y casi obligarles, en cierta manera, a comportarse como adultos, que claramente no son, haciéndoles partícipes y compartiendo con ellos temas y problemáticas que de ninguna forma les corresponde analizar ni juzgar aún ( convirtiéndoles así en una especia de precoces cotillas ), intentan, en el mejor de los casos ( algunos siguen “ erre que erre “, obstinados en que llevan la razón ), dar marcha atrás y empezar a ejercer ese control. Pero ya es tarde en la mayoría de los casos.

Luego, con llevarse la mano a la cabeza con lo que les ha sucedido a sus hijos, o con lo que éstos han sido capaces de hacer a otras personas, parece que arreglan algo. Pero no, no lo arreglan. Ya no hay arreglo posible. Se han comportado como auténticos inconscientes, y han conseguido destrozar la vida de sus amigos, o sea, de sus propios hijos, Pero claro, de cara a la galería, que es la cara que más les gusta ofrecer y emplear a todos estos falsos, equivocados y mal llamados “ liberales “, piensan que ofrecen una buena imagen. Pues no. Están ofreciendo una imagen, sí. Pero no la que pretenden, sino la de unos, insisto, inconscientes e inmaduros padres que, desafortunadamente, no tienen la menor idea de educar apropiadamente a sus hijos.

Aún manteniendo el máximo celo y cuidado, preocupándote de ellos, nadie puede asegurar que no resulten dañados de alguna forma, ya sea por influencias externas, amistades, o situaciones fortuitas. Pues imaginad lo que conseguiremos si no les prestamos la atención que requieren y, como amigos nuestros que dicen que son, les dejamos que obren según su libre albedrío.

Las consecuencias serán, además de imprevisibles, nefastas en la mayoría de los casos. Que no os quepa la menor duda.