DIARIO DE UN RODRÍGUEZ : LA TÉCNICA DEL AHORRO DE ÚLTIMA HORA.
Es probable que lo que os voy a exponer a continuación, os suene de algo. Me da la sensación de que no soy el único al que le pasa.
Lo he llamado técnica, aunque no estoy seguro de que sea el término más adecuado.
Voy a poner un ejemplo muy sencillo. El azucarero. Yo me echo en el café, tres cucharaditas de azúcar. Cucharaditas, pero bien llenas. Pues bien, llega un momento en que el azucarero se encuentra casi vacío. Cuando me percato de ello, y con el objeto de evitar verme obligado a su reposición, empiezo a administrarlo con mucho más cuidado y de forma menos, ¿ cómo lo diría ?, generosa. Las cucharitas van menos llenas y se hay que echar sólo dos, pues se echan dos. Por último, si no hay más remedio, queda la opción de volcar el azucarero justo encima de la taza, y rezar para que caiga algo.
Otro ejemplo. El Mistol o líquido lavavajillas de turno. Me pasa lo mismo. Cuando me quedé solito, echaba un buen chorro en la esponja a la hora de fregar los platos. No escatimaba, en absoluto.
Desde hace varios días, y viendo que queda sólo un culín, echo un chorrito mucho más pequeño, minúsculo diría yo, y no sé yo si no tendré incluso para aguantar hasta que mi familia regrese de sus vacaciones. Yo creo que sí voy a tener suficiente. Es de suponer que habrá más en el garaje. Pero es superior a mis fuerzas, prefiero aguantar. Además, y aunque parezca mentira, la esponja echa espumita y todo.
Incluso con el papel higiénico ocurre algo parecido. Cuando lo empiezo, se le ve tan hermoso y tocho, que no reparo a la hora de cortar y cortar tiras, cuanto más largas mejor. Parece como si no se fuera a acabar nunca. Pero cuando ya queda poco, es como si diera más de sí. Y no, no es eso, es que lo aprovecho de forma mucho más responsable y consecuente con su delicada y trascendental función.
A lo que voy. Si esta técnica la empleásemos siempre, como norma, y no sólo cuando vemos que algo está a punto de acabarse, ahorraríamos un montón de dinerillo. Si utilizando este método, un culito de Mistol da para varios días, imaginaos las semanas, incluso meses, que duraría el bote entero.
En fin, anoche me libré, de nuevo, de fregar los platos. A lo mejor diréis, ¡¡¡ podrías poner el lavavajillas !!!. Pues tenéis razón, pero si ya tengo un considerable respeto hacia la lavadora, imaginaos tener que lidiar con otro aparatejo más, y sus correspondientes líquidos y complementos.
Mi vecina Malen me invitó a cenar. Había un montón de cosas ricas: salmorejo con tropezones de jamón y manzana, salmón, almejas en salsa marinera, berberechos, patatitas, … . Todo estaba muy bueno. Incluso nos tomamos un licorcito y todo.
Hoy he cenado a base de un par de recetas muy simples. Champiñón con ajo picado, orégano y aceite, que se mete en el microondas durante unos 5 minutos y sale para chuparse los deditos. Y otra cosilla que no había hecho nunca así: lomo adobado, con las mismos ingredientes que el champiñón, y cocinado también en el micro durante un par de minutos.
Me ha encantado. Estaba muy jugoso. Me he zampado los filetes en un bocadillo que estaba de muerte, junto a unas patatitas fritas ( de bolsa, claro está. Si he conseguido evitar la sartén para el lomo, tonto sería de ponerme a freír patatas ) con salsa picante.
Luego, por supuesto, otras dos piezas de fruta. Empiezo a creer que, al final, voy a ser capaz de hacerme con todo ese almacén repleto de fruta que me han dejado.
Lo he llamado técnica, aunque no estoy seguro de que sea el término más adecuado.
Voy a poner un ejemplo muy sencillo. El azucarero. Yo me echo en el café, tres cucharaditas de azúcar. Cucharaditas, pero bien llenas. Pues bien, llega un momento en que el azucarero se encuentra casi vacío. Cuando me percato de ello, y con el objeto de evitar verme obligado a su reposición, empiezo a administrarlo con mucho más cuidado y de forma menos, ¿ cómo lo diría ?, generosa. Las cucharitas van menos llenas y se hay que echar sólo dos, pues se echan dos. Por último, si no hay más remedio, queda la opción de volcar el azucarero justo encima de la taza, y rezar para que caiga algo.
Otro ejemplo. El Mistol o líquido lavavajillas de turno. Me pasa lo mismo. Cuando me quedé solito, echaba un buen chorro en la esponja a la hora de fregar los platos. No escatimaba, en absoluto.
Desde hace varios días, y viendo que queda sólo un culín, echo un chorrito mucho más pequeño, minúsculo diría yo, y no sé yo si no tendré incluso para aguantar hasta que mi familia regrese de sus vacaciones. Yo creo que sí voy a tener suficiente. Es de suponer que habrá más en el garaje. Pero es superior a mis fuerzas, prefiero aguantar. Además, y aunque parezca mentira, la esponja echa espumita y todo.
Incluso con el papel higiénico ocurre algo parecido. Cuando lo empiezo, se le ve tan hermoso y tocho, que no reparo a la hora de cortar y cortar tiras, cuanto más largas mejor. Parece como si no se fuera a acabar nunca. Pero cuando ya queda poco, es como si diera más de sí. Y no, no es eso, es que lo aprovecho de forma mucho más responsable y consecuente con su delicada y trascendental función.
A lo que voy. Si esta técnica la empleásemos siempre, como norma, y no sólo cuando vemos que algo está a punto de acabarse, ahorraríamos un montón de dinerillo. Si utilizando este método, un culito de Mistol da para varios días, imaginaos las semanas, incluso meses, que duraría el bote entero.
En fin, anoche me libré, de nuevo, de fregar los platos. A lo mejor diréis, ¡¡¡ podrías poner el lavavajillas !!!. Pues tenéis razón, pero si ya tengo un considerable respeto hacia la lavadora, imaginaos tener que lidiar con otro aparatejo más, y sus correspondientes líquidos y complementos.
Mi vecina Malen me invitó a cenar. Había un montón de cosas ricas: salmorejo con tropezones de jamón y manzana, salmón, almejas en salsa marinera, berberechos, patatitas, … . Todo estaba muy bueno. Incluso nos tomamos un licorcito y todo.
Hoy he cenado a base de un par de recetas muy simples. Champiñón con ajo picado, orégano y aceite, que se mete en el microondas durante unos 5 minutos y sale para chuparse los deditos. Y otra cosilla que no había hecho nunca así: lomo adobado, con las mismos ingredientes que el champiñón, y cocinado también en el micro durante un par de minutos.
Me ha encantado. Estaba muy jugoso. Me he zampado los filetes en un bocadillo que estaba de muerte, junto a unas patatitas fritas ( de bolsa, claro está. Si he conseguido evitar la sartén para el lomo, tonto sería de ponerme a freír patatas ) con salsa picante.
Luego, por supuesto, otras dos piezas de fruta. Empiezo a creer que, al final, voy a ser capaz de hacerme con todo ese almacén repleto de fruta que me han dejado.
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